24. Esto también pasará

Esto también pasará

Phoenix T.  Baker

¿Hacía cuantas horas se la habían llevado? ¿Habían pasado horas siquiera? Phoenix maldijo sentado en su celda, ya no podía llevar la cuenta de la cantidad de días que llevaba encerrado allí. Lo que sí sabía era que hacía diez días que Cleo estaba encerrada con él. A él lo habían atrapado en una de sus incursiones para conseguir insumos luego de que se separara de Claire y Austin, y a ella porque era una traidora al sistema. Desde que ella llegó, casi cada tarde se la llevaban para torturarla y luego la devolvían vuelta un montón de nervios. Phoenix se había obligado a no compadecerse por ella, porque cada quien estaba por su cuenta, pero sus barreras comenzaban a caer. Sobretodo cuando Cleo parecía tan angustiada y vulnerable.

Phoenix se limpió el rostro con lo que le quedaba de la manga raída de su camiseta, Cleopatra todavía no regresaba, ¿qué mierda le estaban haciendo? No supo cuanto tiempo pasó hasta que dos perros de seguridad la trajeron, sosteniéndola por los brazos con los pies arrastrándose. Esos dos bastardos la hubieran arrojado al suelo sin miramientos si él no se hubiera puesto de pie para sujetarla en sus brazos, sentándose con ella en el suelo, dejando que Cleo recostara su cabeza en su pecho.- ¿Estás bien, princesa?- preguntó con suavidad, sus labios apoyados en su cabello castaño.  Necesitaba encontrar la forma de salir de ese agujero del diablo cuanto antes, no sabía cuanto tiempo más Cleo podría aguantar esas torturas sin morirse o perder la cabeza.

- Necesito que seas fuerte, te prometo que esto pasará, y saldremos de aquí, encontraré la manera, pero necesito que resistas, ¿puedes hacerlo?- Phoenix continuó hablándole con suavidad, como si estuviera consolando a un niño pequeño que acunaba despacio en sus brazos para que pudiera dormir. En un rato les iban a servir la cena y él se ocuparía de que ella comiera como ya había hecho algunas noches.

Con Cleo Gilbert · 21 Hrs. · Centro de Detenciones, Seguridad

Esto también pasará

Cleopatra Gilbert

Desde que habían desatado la guerra en Axies, meses atrás, que Cleopatra se la pasaba huyendo y luchando por su vida y la de cada rebelde que se había unido a la causa. Las reuniones en Tecnología, el trabajo con sus nanobots, su relación con Ian, las visitas a su padre y sus hermanos y hasta la pelea de Jannick con Austin de la que tanto se había burlado... todo parecía parte de otra vida. A eso le habían seguido un montón de ataques y un secuestro que la había separado de su compañero y del cual había escapado, logrando liberar a un par de rebeldes entre los que se encontraba Austin, la investigación posterior sobre los elegidos, enterarse de sus poderes, el reencuentro con Rennier y el rescate a Jannick y finalmente, volver a Seguridad para buscar a Ian antes de escapar a la Isla de los desertores, todo para terminar en un Centro de Detención.

Llevaba diez días en ese lugar y no sabría cuánto tiempo más podría soportarlo. Todas las tardes eran iguales: a Cleo se la llevaban para intentar sacarle información con distintos métodos de tortura -ese día habían elegido darle descargas eléctricas- y luego la dormían por no sabía cuánto tiempo. Siempre despertaba atada a una cama y rodeada de un par de hombres y mujeres con batas de laboratorio que hablaban entre ellos hasta que finalmente daban la orden para que la devolvieran al subsuelo. Cleopatra sabía que estaban experimentando con ella, pero todavía no sabía qué era lo que buscaban. ¿Darle más poderes? ¿Quitárselos? ¿Sus recuerdos? No tenía idea.

Phoenix, su compañero de celda, la atrapó cuando la llevaron de vuelta. El moreno se sentó en el suelo con ella mientras los guardias volvían a su posición al cerrar la reja de la celda con ellos adentro. Él la acurrucó, soportando el peso de su cuerpo mientras su cabeza se mantenía pegada en su pecho y Cleo escuchaba su corazón, intentando concentrarse en aquello mientras temblaba en sus brazos y algunas lágrimas caían de sus ojos. Asintió con la cabeza cuando lo escuchó hablarle, aferrándose a las mangas de su remera con fuerza. Necesitaba de ese abrazo y la gentileza con la que aquel hombre la consolaba. Cleopatra no sabía mucho de él, más que había sido uno de los primeros desertores de Axies, y sólo porque en Tecnología los tenían identificados hacía años. Sabía además que no confiaba en ella, y no lo culpaba. Él había estado por su cuenta prácticamente la mitad de su vida y además era difícil confiar en alguien en medio de una guerra tan cruel, cuando el enemigo podía ser cualquiera. Pero por alguna razón, él seguía cuidando de ella. - Esto pasará y saldremos de aquí.. - repitió ella en un hilo de voz, tenían que mantenerse fuertes y escapar.

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Phoenix T.  Baker

A sus dieciocho años, cuando tuvo que elegir la facción a la que quería pertenecer el resto de su vida, Phoenix dejó la estricta Seguridad de la que era oriunda, para cambiarse a Tecnología. No había durado más de dos años. Luego de eso Phoenix se había escapado del sistema de facciones para convertirse en un desertor. A sus treinta y cuatro años, ya no daba una mierda por Axies, pero era su mejor fuente de recursos a la hora de robar insumos para poder sobrevivir. Después de catorce años por su cuenta, era un maldito prisionero. Naomi y Maxwell se le reirían en la cara si se enteraran de eso. Phoenix apretó los labios, sujetando a Cleopatra con un poco más de fuerza entre sus brazos. Cuando ambos estaban bien, apenas hablaban, más que nada, por decisión de él. Porque Phoenix era un maldito desconfiado. Algunas veces ni siquiera confiaba en Naomi y Max, carajo. Fue la gentileza del trato de Cleopatra luego de una paliza lo que hizo que Phoenix quisiera confiar en ella.

Siete días atrás los guardias le dieron una paliza a Phoenix, luego de uno de sus intentos frustrados de escapar. La paliza lo dejó tumbado, sangrando y adolorido. Cleo se ocupó de sostenerlo y lavar la sangre de su torso, brazos y rostro, acariciándolo para que él se sintiera mejor. Luego de eso, Phoenix comenzó a consolarla luego de sus largas horas afuera. De alguna forma, eso estrechó la relación entre ambos.- Claro que si, princesa, te lo prometo..- murmuró, sin dejar de acariciarla con una de sus manos. Al principio, la había llamado princesa como una burla, como algo despectivo, pero luego, con el correr de los días, se había convertido en un apodo cariñoso y muy íntimo.- Cuéntame algo bonito..- le pidió, hacía eso cada vez que Cleopatra volvía, para enfocarla en algo bueno, algo que sirviera para mantenerla conectada y enfocada.    

Ellos ya habían hablado de sus infancias, sus comidas favoritas, los sueños sueños más raros que tuvieron. Lo que harían cuando salieran de allí. Phoenix aceptaba cualquier tema de conversación que sacara a Cleo de aquel lugar oscuro donde esos desgraciados perros de Seguridad intentaban meterla. Últimamente, Cleopatra le hablaba mucho de Ian, su pareja, lo preocupada que estaba con él, pero también le había hablado sobre unos sueños extraños con un tal Jannick, lo vívidos que se sentían, la angustia que sentía algunas veces, sin razón aparente, como si le hubieran arrebatado algo muy suyo. Phoenix solo la escuchaba, asintiendo o preguntando tonterías al respecto hasta que ella volvía a sentirse tranquila.

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Cleopatra Gilbert

No era cosa de todos los días verla tan vulnerable y rota como en ese momento donde se seguía aferrando a Phoenix, como si temiera que él fuera a desaparecer. Durante todos esos meses, Cleo se había mantenido tan positiva y entera como le era posible, pero cada día que pasaba era peor y con todo ese tiempo encerrada, no podía evitar pensar en los suyos. Quería confiar en que el resto de los elegidos y sus amigos estarían a salvo pero ¿qué pasaría con el resto? ¿Con Ian? ¿Con sus hermanos menores y sus padres? Le gustaba imaginarse que Hester y Kennedy estaban refugiados con su madre y que Henrik, su padre, seguía a salvo corriendo de un lado al otro en el Hospital con su pelo plateado, intentando salvar a la mayor cantidad de heridos en Salud. Ella había cortado todo el contacto con su familia antes de que los primeros ataques comenzaran, sabía de la posición de poder de su padre al ser director de uno de los mejores hospitales de Axies y que sus hermanos menores aún estaban instalandose en sus nuevas facciones y no quería ponerlos en peligro.

Cerró los ojos como hacía cada vez que Phoenix le pedía que le contara algo bueno, intentando buscar en su mente los recuerdos de su vida antes de la guerra. La gentileza de su compañero de celda era tan valiosa para ella en ese momento, que se permitía bajar su guardia completamente. Hablar con él la calmaba, incluso si representaba un riesgo porque ella no se ponía a pensar si los estaban escuchando o si estaba dando demasiada información. Ellos habían empezado contándose tonterías como sus sueños más extraños, Cleo le contó de la vez que soñó que era el sable de luz de Obi-Wan Kenobi y Phoenix se burló de ella. Ambos se rieron con un par de anécdotas y luego con el correr de los días, la angustia comenzó a ser parte también de sus conversaciones. Ella ya había hablado sobre su preocupación por no encontrar a Ian y los miedos que no quería formular en voz alta, así como sus sueños con uno de sus mejores amigos. La morena llevaba ya un tiempo soñando con Jannick, ellos siempre estaban en alguna sala de espera tomados de la mano y luego solamente estaba ella en una camilla de hospital en una sala blanca y fría como la que utilizaban para tortularla, de fondo a veces escuchaba un llanto y luego despertaba con esa sensación insoportable en el pecho que a veces iba a acompañada por un punzante dolor en su vientre.

- Mi primer beso fue con Ryan Emerson en el hospital donde mi padre trabajaba como cirujano y mi madre como enfermera. Recuerdo que era verano y que yo pasé casi dos semanas yendo todos los días al St. Richards porque mi niñera había renunciado y nadie podía cuidarme - le contó con una media sonrisa en el rostro, omitiendo la parte en la que su niñera había renunciado después de acostarse con su padre. Por ese momento Henrik ya iba por su segunda esposa y apenas sí veía a Rennier. - Él estaba internado en el segundo piso y yo me escapaba de la oficina de mi padre todos los días para que estemos juntos. - agregó ella, contándole también que su diario íntimo de esa época estaba lleno de las iniciales de ese muchacho y que había sido ella quien tomó la iniciativa, dandole un beso torpe e inexperto la tarde anterior a que él pasara por cirugía, con la promesa de que eso le traería buena suerte. Su relación no duró nisiquiera hasta el final del verano, Ryan comenzó a pasar más tiempo con Emily McKenzie y Cleo con Blake Atwood, su primer mejor amigo y luego novio. - ¿Qué hay de ti? ¿Qué tienes para mi hoy? - Le preguntó sintiendose mucho más calmada. Ya había soltado el agarre de las mangas de Phoenix y ahora acariciaba su pecho con una de sus manos de forma distraída.

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Phoenix T.  Baker

La infancia de Phoenix había sido muy cruda. No hubo chicas lindas besándolo cuando su padre lo mandara al hospital luego de una paliza. Raimond decía que lo estaba preparando para que siguiera sus pasos y Phoenix no pudo ser más diferente.- Vaya bastardo con suerte el tal Ryan..- le dijo con una sonrisa de medio lado, sintiendo el aliento tibio de Cleo en su rostro, siempre estaban demasiado cerca cuando se consolaban.- Si sigues acariciándome así, voy a tener que pedirte una muestra, princesa..- algo en las caricias de esa mujer lograba domarlo y Phoenix odiaba eso tanto como lo necesitaba. La sonrisa traviesa en el rostro de Cleopatra hizo que sus barreras flaquearan un poco más y él la deseara como hacía años no deseaba a ninguna mujer. Pero lo suyo estaba destinado al fracaso y era mejor no tentar su suerte. No quería ser algo que pudieran usar contra ella. 

- Una de las dos veces que fui hospitalizado por mi culpa en lugar de Raimond fue porque estaba convencido que podía volar, lo había visto en la televisión y juraba que podría hacerlo..- empezó a contarle Phoenix, recordando aquella vez, la inocencia de un niño de cinco años que quería ser Superman.- Tenía una camiseta y pantalón azul, me había puesto uno de mis calzoncillos rojos sobre los pantalones y hasta había conseguido un mantel rojo que funcionaba como capa, me subí a un mueble muy alto y me lancé..- él se rió, contándole de la fractura expuesta de brazo, la cirugía. La preocupación de su madre y el castigo de su padre. 

- Pero lo mejor de todo, eran los postres de mi mamá, su pasatiempo era la pastelería y siempre estaba probando recetas nuevas, algunas le quedaban fatales..- Phoenix sonrió, pensando en las galletas de limón u gengibre, sus favoritas. No la culpaba por haberlos abandonado, él había hecho lo mismo tantos años después. Quizá si él hubiera sido mejor hijo ella se lo hubiera llevado consigo en lugar de dejarlo con Raimond. 

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Cleopatra Gilbert

En tan sólo unos pocos días había logrado una intimidad con Phoenix que era difícil de conseguir en situaciones normales, pero no cuando estaban sólos y encerrados en un contexto de guerra donde el contacto era tan valioso. Ella le sonrió de forma traviesa cuando le coqueteó tan descaradamente, rozando apenas sus labios con los suyos antes de alejarse apenas un poco para darle lugar a su relato. No estaba buscando una relación porque ella ya tenía una, pero Phoenix era un hombre atractivo y a Cleo le gustaba sentirse deseada. Además no descartaba follar con él porque ella creía en el amor libre, con Ian habían pactado años atrás que ambos podían follarse a quién quisieran mientras el otro no se enterara.

La imágen de un pequeño Phoenix con sus calzoncillos rojos sobre sus pantalones y un mantel como capa hizo que su sonrisa se volviera más dulce, riéndose con él como si aquello no hubiese terminado en una internación y un castigo de parte de su horrendo progenitor. Él le había contado de Raimond unos días atrás, aunque apenas sí le había dado un par de detalles que dejaban entrever que su relación con ese hombre siempre había sido terrible. Phoenix no se refería a él como su padre, si no por su nombre. En ese sentido le hacía recordar a su hermano Rennier, aunque por lo menos él tenía motivos reales para odiarlo. - ¿Tú sabes cocinar? Quizás cuando salgamos de aquí podamos probar alguna de las recetas de tu madre - le ofreció intentando traerlo de vuelta, aunque asumía que por sus años como desertor, él no había tenido otra opción más que arreglarselas sólo. Cleo era buena leyendo a la gente y notaba por su expresión que Phoenix se estaba perdiendo en sus propios pensamientos y que los mismos no eran nada buenos. Era algo normal del encierro, toda la incertidumbre y la angustia sumada al tiempo libre sacaban lo peor de uno.

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Phoenix T.  Baker

Pensar en su madre Jasmine siempre era un trago agridulce. Ella los había abandonado cuando Phoenix tenía doce años, la noche anterior les preparó el plato favorito y para el desayuno todo lo que encontró fue una nota escondida en su libro de cuentos y una paliza de su padre. Aún tenía esa nota guardada entre las pocas cosas que se llevó de su vida en Axies. Esa carta y una foto juntos era todo lo que consideraba propio en esa vida. 

El roce de los labios de Cleopatra en los suyos lo hizo relamerse los labios, esa mujer estaba jugando con fuego al tentarlo de esa forma.- ¿Es eso una nueva forma de tortura de esos perros, princesa?- le dijo con una sonrisa malintencionada en los labios, mordiendo el labio inferior femenino, disfrutando de la mueca de placer en su bello rostro. Dos podían divertirse en el mismo juego. Una parte suya, sin darse cuenta, ya estaba entregada a esa mujer que habían metido en su vida a la fuerza. 

- Quizá pueda hacerte algo más sobre la mesada antes de prepararte algo para comer..- le insinuó con descaro, la espalda de Phoenix estaba apoyada contra la pared y el cuerpo delgado de Cleopatra descansaba en su pecho. Uno de sus brazos la abrazaba por la cintura y el que lo hacía por la espalda tenía la mano peligrosamente cerca de uno de sus pechos.- Solo tienes que decirme que quieres comer, y lo tendrás..- había un placer que creyó olvidado en ese coqueteo si no compromisos que acababan de comenzar. 

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Cleopatra Gilbert

Le gustaba el tono lujurioso en la voz de Phoenix y la forma en la que él la miraba, había pasado algún tiempo desde la última vez que Cleo se había sentido así de deseada y era agradable que fuese alguien que despertaba también un deseo en ella. No había nada mejor que un hombre decidido. Cleo siempre había sido una mujer muy femenina y sensual que disfrutaba de ser mirada, pero en los últimos meses había dejado ir un poco esa parte para concentrarse en sobrevivir.

- ¿Esto se siente como tortura? - le preguntó en tono juguetón, recorriendo con sus dedos su torso mientras le desabrochaba de a uno los botones de su maltrecha camisa. Su mano siguió bajando hasta alcanzar su entrepierna y ella comenzó a acariciarlo por sobre la tela de su pantalón, sintiendo como el miembro de Phoenix comenzaba a endurecerse ante sus caricias. - Quiero que me comas a mi - Cleopatra se acomodó para susurrarle aquello en su oído y luego mordisquear su lóbulo.

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Phoenix T.  Baker

Intentó ser decente, de verdad que sí. Phoenix echo la cabeza hacia atrás, disfrutando de las caricias de Cleopatra y como una de sus manos acariciaba su erección aún vestida mientras que la otra batallaba con los botones que le quedaban a su maltratada camisa. Él sonrió, dejando que una de sus manos fuera bajo la blusa femenina, corriendo el sostén hasta poder alcanzar su pezón, disfrutando del placer en el rostro femenino.- Tus deseos son órdenes, princesa..- le dijo antes de bajar su boca y alcanzar la de Cleo para un beso necesitado y demandante. Hacía una buena cantidad de tiempo que no podía disfrutar del placer de una mujer y un centro de detención era el último lugar donde creyó que podría hacerlo. 

No le importaba si los guardias del turno nocturno los observaba follar, lo único que le importaba era poder tener a esa mujer un rato para él. La blusa y su camisa terminaron a un lado demasiado rápido y el sostén de Cleo no demoró en ir a hacerles compañía. Los pezones rosados de ella como una muda invitación. Phoenix la tumbó en el suelo antes de volver a su boca para trazar un camino de besos por su mandíbula hasta su cuello y de ahí bajar para poder llevarse un pezón a la boca mientras acunaba su otro pecho con una de sus manos. Su mano libre no perdió el tiempo, se coló dentro de su pantalón, delineando la hendidura de su sexo. Después de cómo la habían tratado esos perros tenía la necesidad imperiosa de hacerla sentir bien.

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Cleopatra Gilbert

Las hábiles manos de Phoenix sobre sus pezones se sentían jodidamente bien, Cleopatra gimió con necesidad hasta que los labios de su compañero de celda alcanzaron su boca, su lengua jugando con la suya en un beso cargado de lujuria. Su mano se volvió más demandante sobre su entrepierna, comenzando a desabotonarle su pantalón mientras su blusa y su sostén quedaban a un costado. No llegó a quitárselo que Phoenix ya la había tumbado en el suelo y comenzado a recorrer desde su mandíbula hasta sus pechos con su boca.

Carajo, sí. Había pasado algún tiempo desde que alguien le había dado el placer que Phoenix le daba en ese momento mientras mordisqueaba su pezón derecho y comenzaba a estimular su sexo, Cleo se mordió el labio inferior con fuerza mientras se arqueaba en el frío suelo. - Más.. - le pidió al sentir como él recorría sus femeninos labios con sus dedos hasta jugar con su pulgar en su clítoris, haciéndola jadear con más necesidad para él y separar sus piernas para darle lugar a sus atenciones. Sus dedos se enredaron en su cabello, no para presionarlo contra su cuerpo, sino porque necesitaba sentirlo mientras se removía ante sus caricias.

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Phoenix T.  Baker

La sensualidad de esa mujer era un afrodisíaco intoxicante al que no podía resistirse. Phoenix gruñó en la suave piel arrugada de su pezón mientras sus dedos se hundían en su vagina, acariciando su clítoris para podés disfrutar de sus sonidos de placer. Si ella quería más, más le daría. La boca de Phoenix bajó por la piel tibia de Cleopatra hasta su cintura, deshaciéndose de sus pantalones y su pequeña tanga.

Y allí estaba su premio dorado, su lengua comenzó a jugar con su sexo, tenerla desnuda en su celda era todo en ese momento. Viviría cada día para tenerla entre sus brazos y bajo su peso. Phoenix sonrió al escuchar como ella gemia con más necesidad y se arqueaba en el suelo. No recordaba haber visto jamás a una mujer más hermosa y sensual que ella.

Dos de los dedos de Phoenix se sumaron a la labor de darle placer a Cleo, penetrandola con suavidad mientras su boca seguía en su vagina, codiciando cada uno de sus gemidos, esperando que el orgasmo la arrasara y él pudiera beberlo.

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Cleopatra Gilbert

Phoenix la fue desvistiendo, repartiendo besos por todo su cuerpo hasta tenerla desnuda para él. Cleo tenía un par de marcas y golpes como consecuencia de la tortura a la que era sometida pero no podía pensar en eso en ese momento, sólo necesitaba más de su compañero. Dios, sí. Axies podía caerse a pedazos en ese momento que a Cleopatra sólo le importaba que él no se detuviera.

Ella se deshizo en gemidos en respuesta a sus dedos y su boca en su sexo, pidiéndole más una y otra vez hasta que un orgasmo demoledor la hizo gritar su nombre y la dejó con una sonrisa satisfecha en sus labios. - Diablos Phoenix, ¿cómo no hicimos esto antes? - preguntó respirando agitada, el desertor ya se había asegurado de limpiarla con su lengua y ahora estaba recostado a su lado, mirándola con lujuria. - Me toca a mi.. - le dijo en un tono travieso, Cleo había esperado un momento para recuperar el aliento antes de sentarse encima de Phoenix y buscar sus boca, sintiendo su propia escencia en sus labios mientras sus manos lo desvestían.

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Phoenix T.  Baker

Ver a Cleopatra tener un orgasmo fue de las experiencias sexuales más fuertes y satisfactorias que tuvo Phoenix. La forma en la que ella se retorcía y cada gemido que fue para él. Diablos. Él sonrió, viéndola tumbada en el suelo, respirando con dificultad, era una maldita visión del paraíso.- ¿Quién dijo que terminé contigo, Princesa?- le dijo con una sonrisa gamberra en los labios, saboreando la boca femenina, una de sus manos acariciandole el trasero mientras que la otra le acariciaba el cabello. Necesitaba a esa mujer todo lo cerca que pudiera tenerla. 

Phoenix la puso bajo su peso, moviendo su cadera contra la femenina con lentitud, haciéndole sentir su erección a través de la ropa. Deseandola un poco más a cada roce. Phoenix la tomó de la mano y la ayudó a ponerse de pie, haciendo que ella apoyará sus dos manos en la pared fría de su celda. Su ropa acompañó a la femenina y él tomó su lugar tras su pareja, tomando su pene para acariciar la sensible piel femenina a la vez que su boca se deleitaba con su cuello. Phoenix penetró a Cleopatra por detrás, muy despacio hasta que por fin estuvo por completo en su interior. Ella estaba estrecha y eso lo enloquecía, y aún así no se atrevía a avanzar sin la autorización femenina. Era un jodido caballero. 

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