92. You made me a Believer

You made me a Believer

Erin G. Summers

Algunos días no lo soportaba, iba más allá de ella por mucho que amara a su familia. Erin se pasó ambas manos por el rostro, no podía evitar sentirse el peor ser humano del mundo. Uno diría que tantos años después tendría que estar habituada a no tener poderes mutantes, pero algo a lo que no podía habituarse. Como si alguna vez los hubiera tenido. Sus labios temblaron a la vez que ella luchaba contra ese oscuro sentimiento que trataba de adueñarse de ella. Erin dejó caer su bolso sin cuidado, todo lo contrario con el estuche de guitarra que colgaba de su hombro derecho, al que bajó con reverencia. La sola vista de su Gibson casi terminó de desarmar la angustia que sentía. Tenía esa guitarra hacía más de diez años, un regalo de su abuelo Han cuando todavía era una mocosa de pecho plano y frenos. Una sonrisa pequeña se hizo en sus labios, tantos años atrás, con las hormonas despertando en su cuerpo, ella no entendió por qué su abuelo le regaló una guitarra. Algo que ella nunca pidió o por lo que expresó interés alguno. Lo cierto es que su abuelo no le regaló una guitarra, sino una terapia, una forma de conectarse consigo misma.

Erin acarició el diapasón e hizo sonar la sexta cuerda, el sonido grave llenando los huecos de la cueva en la que estaba. El lugar no era óptimo por la acústica, pero hacía años que era su refugio. La guitarra quedó sobre su estuche mientras Erin acomodó la manta que solía llevar en la pequeña caja bajo el asiento de su motocicleta. Su abuelo no se la regaló, pero si puso mucho de si mismo para convencer a sus padres de dejarla tenerla y que ella no se mataría en la primer curva. Los primeros acordes de Crazy little thing called Love de Queen comenzaron a salir solos de entre sus dedos y ella se dejó llevar. Erin tenía una bonita voz pero era demasiado tímida para jamás pensar en ser cantante. Motivo por el que moriría de vergüenza si notara que un muchacho estaba observándola a pocos metros como si ella fuera una aparición. La canción terminó y Erin dejó su guitarra por un momento para sujetar su cabello en un rodete que dejara sus facciones despejadas. El desconocido estaba justo fuera de su campo visual, todavía demasiado quieto como para que ella pudiera reparar en su presencia.

Afuera de la cueva comenzaba a caer el sol, el inicio del verano favorecía con días más largos y ella pensó que podía permitirse quedarse un rato más antes de tener que volver a su pequeño apartamento. Sin importar lo mucho que sus padres insistieron, Erin no quería su ayuda económica. Era demasiado orgullosa y Summers para eso. Por lo que prefería estar viviendo en una pequeña caja de zapatos, antes que dar el brazo a torcer. Y es que con un sueldo como el que tenía no podía permitirse algo con una habitación independiente. No si quería comer algo más que sopas instantáneas durante el mes. Erin suspiró y dejó que el peso de sus pensamientos escapara con el aire de sus pulmones. Necesitaba un empleo nuevo, el que tenía era un dolor en el trasero y su jefe un viejo lascivo y miserable. Ella se tumbó en la manta abrazando su guitarra sobre su cuerpo, su mirada celeste se perdió en el techo irregular de la cueva.

Con Zora Eternalfire · 19 hrs · Cuevas, Isla Maud[Solamente los administradores pueden ver este vínculo]